Krahô
- Autodenominación
- Mehin
- ¿Donde están? ¿Cuántos son?
- TO 3571 (Siasi/Sesai, 2020)
- Familia linguística
- Jê
En sus dos (2) siglos de contacto con los blancos, los Krahô han vivido cambios repentinos y también se han invertido ciertas situaciones: en unos momentos han sido aliados de los hacendados, en otros masacrados por ellos (como ocurrió en 1940), luego en los años cincuenta (1950) siguieron a un profeta que prometía transformarlos en ‘civilizados’, y en 1986 se empeñaron en generar reivindicaciones que implicaban justamente lo opuesto: su afirmación étnica. De hecho en 1986 se dirigieron al Museo Paulista con el objetivo de recuperar el ‘hacha semilunar’ tan valorada e importante para sus tradiciones.
Asiduos viajeros hacia las grandes ciudades (cuyas calles y autoridades conocen mucho mejor que los mismos sertanejos –habitantes del sertão brasilero- que los rodean), con frecuencia los Krahô llaman a sus esquivos amigos urbanos a pedirles baratijas, tejidos y reses para sacrificar, ya que son animales indispensables para la ejecución de sus ritos.
Nombre
En 1930, cuando los Krahô fueron indagados por el etnólogo Curt Nimuendajú, tradujeron su nombre como ‘pelo (hô) de paca’ (cra). Tres (3) décadas después, individuos de esa misma etnia no estuvieron de acuerdo con dicha traducción, y afirmaron que Krahô era un nombre de origen ‘civilizado’. La forma usual de escribir el nombre de ese pueblo ‘Krahô’, se debe a una interpretación inadecuada de los signos diacríticos utilizados por Nimuendajú. Dicha forma se difundió ampliamente en los textos etnológicos, además de que se encuentra presente en los nombres personales que los indígenas usan ante la sociedad mayor, y también es un nombre utilizado en los títulos de los libros publicados por los indios, por esas razones, esa denominación se usará en el presente texto.
Irónicamente la forma ‘Craô’, mucho más ajustada a la pronunciación, es compatible tanto con la ortografía oficial brasilera como con la grafía que actualmente utilizan los Krahô para escribir en su propia lengua.
Los Krahô se llaman a sí mismos ‘propios de Mehim’, término que probablemente en el pasado también era utilizado para denominar a los miembros de los demás pueblos hablantes de su lengua, que vivían conforme a la misma cultura. A ese conjunto de pueblos se da el nombre de ‘Timbira’. Actualmente, ‘Mehim’ es aplicado a los miembros de cualquier grupo indígena. A esta ampliación correspondió la reducción del sentido del término opuesto ‘Cupe(n)’ (que significaba ‘no indígena), y que pasó a significar solamente ‘civilizado’.
Los Krahô que viven más hacia el sur se llaman a si mismos ‘Mãkrare’ (mã=ñandú -especie de ave-, kra=hijo, re=diminutivo, ‘hijos del ñandú’), término que puede variar y cambiar a ‘Mãcamekrá’, y que aparecía en textos del siglo XIX como ‘Macamecrans’. El término que Curt Nimuendajú oyó que aplicaban los del norte ‘Quenpokrare’ (quen=piedra, po=plana, ‘hijos de piedra plana’), no es tan antiguo, al punto de que aparece en los textos del siglo XIX, y tampoco parece haber perdurado hasta el presente.
Lengua
La lengua de los Krahô es la misma que hablan los demás Timbira que viven al este del río Tocantins. De esta lengua, el dialecto mas divergente (casi que otra lengua) es el de los Apinayé, que son los únicos Timbira que viven al oeste del río recién mencionado. La lengua timbira hace parte de la familia Jê, que a su vez esta incluida en el tronco Macro-jê. Dentro de esa familia, la lengua más próxima a la Timbira es la Kayapó.
La lengua timbira es la primera que los Krahô aprenden a hablar, aunque los muchachos rápidamente empiezan a dominar el portugués, ya que son los individuos de sexo masculino los que más viajan y quienes más se relacionan con los sertanejos (hoy en día se le dice así a los habitantes del ‘sertão’ -región del nordeste brasilero caracterizada por ser agreste y semi-árida; pero en el pasado se le llamaba así a los exploradores que se sumergían en las profundidades del ‘sertão’, en busca de conquistas y riquezas, o simplemente con la intención de apoyar a los indígenas, o de conocer esos lugares y sus dinámicas, o de colmar sus intereses científicos). Cuarenta (40) años atrás, eran pocas las mujeres adultas que hablaban portugués, pero recientemente un número creciente de ellas lo viene haciendo.
Localización
Los Krahô viven en el noroeste del estado de Tocantins en la Tierra Indígena (T.I.) Kraolândia, la cual se encuentra situada entre los municipios de Goiatins e Itacajá, y entre los ríos Manoel Alves Grande y Manoel Alves Pequeno (afluentes de la margen derecha del río Tocantins). Esta región es predominante de ‘cerrado’ (sabana brasilera), aunque éste es cortado por estrechos bosques que acompañan los cursos de agua. El bosque que acompaña el río Vermelho (‘Rojo’ que hace parte del límite nordeste de dicho territorio indígena) es mucho más grande.
Demografía
A inicios del siglo XIX se estimaba que existían entre tres mil (3.000) y cuatro mil (4.000) indígenas Krahô. Sin embargo, conforme al censo realizado por el misionero Rafael de Taggia en 1852, la población había decrecido drásticamente debido a las muertes causadas por las epidemias que los afectaron entre 1849 y 1850, llegando a alcanzar tan sólo una población de seiscientos veinte (620) indígenas. Tal vez la población alcanzó su punto más bajo a eso de 1930 cuando Nimuendajú estimó que habían mas o menos cuatrocientos (400) indígenas Krahô. Aunque en 1948, Harald Schultz calculaba que habían alrededor de quinientos (500) Krahô. Ya entre 1962 y 1963, Julio Cezar Melatti contó quinientos sesenta y cuatro (564) indígenas Krahô, y por lo menos seiscientos treinta y dos (632) en 1971 (incluyendo mestizos e indios de otras étnias que vivían con ellos). En 1989 los Krahô alcanzaban una población de mil ciento noventa y ocho (1.198), y en 1999 los mismos Krahô le aseguraban al investigador Hélder Ferreira de Sousa, que estaban llegando casi a las dos mil (2.000) personas. Todo lo cual significa que es en la segunda mitad del siglo XX que la población Krahô vuelve a crecer.
Pero no sólo aumentó el número de personas sino también el número de comunidades, puesto que para inicios del siglo XX ya eran tres (3). Cuando Nimuendajú visitó a los Krahô en 1930, una de las comunidades ya se había dividido en dos (2): una dirigida por Secundo y la otra por Bernardino. Ya para 1962 Julio Cezar Melatti contó seis (6) comunidades, de las cuales solamente una no tenía las casas dispuestas en circulo: era la de ‘Morro do Boi’, que para entonces era una comunidad dirigida por los hijos del ya fallecido Bernardino, con sus conyugues y vecinos regionales.
En la actualidad se encuentran entre diez y ocho (18) y veinte (20) comunidades, de acuerdo con la información brindada por el ya citado Hélder Ferreira de Sousa, quien no alcanzó a visitarlas todas. La inexactitud del número de comunidades (entre 18 y 20), se debe a que algunos líderes indígenas que son miembros de la asociación Càpej (ver más adelante), han establecido que un núcleo poblacional debe tener un mínimo de setenta (70) habitantes para ser considerado comunidad, aunque por lo menos uno de los núcleos que ellos toman como comunidad no alcance tal número.
En los dos (2) últimos siglos, los Krahô han ido absorbiendo miembros de varias otras étnias: entre los mismos Timbira incorporaron parte de los indígenas Põrekamekrá (con quienes combatieron en 1814); también acogieron sobrevivientes Kenkateyê de la comunidad ‘Chinela’ del sur de Maranhão que fue destruida por algunos hacendados en 1913; igualmente reunieron algunos migrantes Apinayé después de 1923, así como otros tantos Apanyekrá con quienes mantienen comunicación hace muchísimos años. Entre los no Timbira que los Krahô incorporaron están algunos Xerente que buscaron abrigo junto a ellos debido a las discrepancias internas que ese grupo tuvo en la primera mitad del siglo XX. Además de eso, pueden encontrarse individuos Krahô con antepasados blancos o negros.
Historia del contacto
Los Krahô comenzaron a tener contacto con los ‘civilizados’ a inicios del siglo XIX, cuando entraron en conflicto con las haciendas de ganado que comenzaban a establecerse desde Piauí hacia el sur de Maranhão. Para entonces los Krahô vivían cerca del río Balsas, afluente del Parnaíba.
Luego de que los Krahô atacaron una hacienda en 1809, fueron asaltados en represalia por una expedición dirigida por Manuel José de Assunção, en donde se tomaron como prisioneros a más de setenta (70) indígenas Krahô que fueron remitidos a São Luis. A partir de entonces el contacto de los Krahô con los ‘civilizados’ pasa a ser ‘pacifico’, lo que no sucedió con todas las étnias indígenas vecinas. De hecho los Krahô pasaron a ser aliados y a combatir de la mano de algunos hacendados por cierto periodo de tiempo: aproximándose a la margen del río Tocantins, los Krahô comenzaron a ayudar al fundador de ‘São Pedro de Alcântara’ (hoy en día el municipio de Carolina en el estado de Maranhão), quien a su vez era apoyado por varios hacendados, y de esta manera los Krahô combatieron y esclavizaron a otros grupos indígenas vecinos, que luego eran vendidos en regiones mas hacia el norte. Libres de los demás grupos indígenas y ahora incomodados por el robo de ganado que los Krahô comenzaron a realizar (y que antes se les atribuía a las otras étnias), los hacendados lograron que en 1848 el misionero capuchino Fray Rafael de Taggia, trasfiriera a los Krahô para ‘Pedro Afonso’, poblado ubicado en la confluencia del río ‘do Sono’ con el ‘Tocantins’. En ese punto los Krahô quedaron de vecinos de los Xerente, hasta que mas o menos a finales del siglo XIX comenzaron a desplazarse en dirección nordeste, hasta llegar al lugar donde actualmente se encuentran ubicados.
Al principio, en ese nuevo lugar tuvieron relaciones amistosas con un hacendado al cual protegían de sus rivales, así como a su ganado de los jaguares que posiblemente lo pudieran atacar. Pero en la medida en que fue creciendo la población sertaneja (habitantes del ‘sertão’ -región del nordeste brasilero caracterizada por ser agreste y semi-árida) y que fue haciéndose sentir el robo de ganado por parte de los Krahô de los rebaños de los hacendados, las relaciones fueron deteriorándose, hasta culminar en un ataque de tres (3) hacendados a dos (2) comunidades Krahô en 1940, en la cual murieron cerca de veintiséis (26) indígenas. El gobierno del Estado Nuevo, una vez fue informado de lo sucedido, presionó a las autoridades estaduales para que juzgaran a los hacendados que habían sido responsables del fatal ataque. A pesar de que los hacendados cumplieron su pena en ‘libertad condicional’, este fue uno de los únicos casos en que perpetradores de masacres de indios fueron realmente condenados. Además de eso, el interventor del Estado de Goiás delimitó, a través de decreto, la tierra indígena de los Krahô (la cual fue homologada hasta 1990 por el gobierno federal). Asimismo, el Servicio de Protección a los Indios (SPI, entidad gubernamental que precedió a la Funai -Fundación Nacional del Indio) comenzó a actuar entre los Krahô con la creación de un Puesto Indígena.
Puede decirse que la actuación del Servicio de Protección a los Indios (SPI) junto a los Krahô fue prácticamente inoperante: una sucesión de encargados del Puesto Indígena sin ningún tipo de apoyo moral ni material, ausencia de medicamentos y una escuela sin profesor la mayor parte del tiempo. Dos (2) fincas del SPI que había dentro de la reserva ni siquiera se prestaban para abastecer regularmente a los indios de carne, dado el número irrisorio de cabezas de ganado que mantenían. El Puesto Indígena del SPI tampoco cobraba ningún tipo de arrendamiento a los hacendados que ponían su ganado a pastar en las tierras indígenas con o si permiso. De hecho, el SPI entregaba esa responsabilidad a los jefes de la comunidad, quienes recibían como retribución una pequeña parte de la chagra plantada con yuca o una herramienta de trabajo como tal.
Tal vez ese estado de total abandono por parte del SPI haya sido uno de los motivos que estimularon la aparición en 1952 de un movimiento mesiánico entre los Krahô. Un chamán comenzó a tener visiones en que un hombre blanco de barba se presentaba a manera de lluvia y le ofrecía el rayo para destruir a todos los ‘civilizados’. Pero el vidente tuvo miedo de agarrar lo que le era ofrecido (el rayo). Aún así, el hombre blanco de barba que el chamán veía, le fue prometiendo que en determinada fecha los civilizados se transformarían en indígenas y que los Krahô pasarían a ser ‘civilizados’. Para eso los Krahô debían comportarse de manera tal que pudieran propiciar la trasformación: debían comenzar a realizar bailes similares a los de los sertanejos (habitantes del ‘sertão’ -región del nordeste brasilero caracterizada por ser agreste y semi-árida) y a consumir sus animales domésticos, a la vez que se verían en la obligación de abandonar las pinturas corporales y la realización de carreras con ‘toras’ (carreras donde los representantes de cada mitad del grupo indígena deben cargar un gran pedazo de tronco de árbol o palma -conocido como ‘tora’- y correr con el al hombro. Esta carrera está asociada a rituales, fiestas o juegos y de acuerdo a como estos eventos se efectúen, varían los grupos de corredores, así como el trayecto y el tamaño de las ‘toras’. Generalmente, los trayectos de dichas carreras se recorren desde afuera hacia adentro de la comunidad -nunca desde adentro hacia fuera-, y casi siempre se realizan al amanecer o sobretodo al atardecer, cuando los hombres regresan de sus actividades colectivas -caza o trabajo en chagra). Además, podrían abandonar el cultivo de sus chagras porque serían criadores de ganado y comerciantes, ya que el ganado les llegaría del cielo y las mercancías llegarían en una embarcación. Sin embargo, nada de lo previsto sucedió y el vidente cayo en el descrédito absoluto.
De otro medio se valieron los Krahô para superar el estado de abandono en el que se encontraban, pero este era un recurso muchísimo más antiguo que ya para el siglo XIX era aplicado por ellos: viajar a las grandes y distantes ciudades, cuyos habitantes, seducidos por la apariencia exótica de los Krahô y movidos por sentimientos de simpatía por una minoría que no hacía parte de su cotidianidad, los llenaban de regalos. Así era como los Krahô viajaban en grupos de hombres (muy pocas o ninguna mujer los acompañaba), llegaban a las ciudades pequeñas a pedir ayudas ‘para continuar su recorrido’ a los alcaldes, al las iglesias, a las instituciones de caridad, a los gobernadores estaduales, quedándose a dormir en cuarteles de la policía o en los establecimientos de los bomberos. Gastaban entonces meses en esos recorridos en los que iban a Belém, São Luis, Teresina, Natal, Recife, Salvador, Goiânia, Río de Janeiro, São Paulo, etc. Y todos aquellos tejidos, herramientas, baratijas y demás artículos que lograban recoger en los recorridos, cuando volvían a las comunidades eran en gran medida tomados por los parientes de las esposas.
Pero los grupos de hombres y sus familias no usufructuaban por mucho tiempo todos los artículos que habían conseguido en sus recorridos por las ciudades: como los viajeros habían perdido alguna etapa importante del ciclo agrícola, debían apoyarse en la producción de sus parientes. Además, las variedades alimenticias no duraban hasta la cosecha siguiente, por lo que los indígenas se veían obligados a intercambiar los artículos conseguidos en los viajes por la yuca que plantaban los sertanejos (habitantes del ‘sertão’ -región del nordeste brasilero caracterizada por ser agreste y semi-árida).
Coincidiendo con la sustitución en 1967 del Servicio de Protección a los Indios (SPI) por la Funai (Fundación Nacional del Indio), aunque no exactamente por eso, la situación comenzó a cambiar a partir de entonces. La investigadora Vilma Chiara obtuvo de una institución cerca de doscientas cincuenta (250) cabezas de ganado para dar inicio a una actividad ganadera que fuera administrada por los propios indios Krahô. Algunos años después, la misma investigadora logró conseguir que un técnico francés fuera allá para introducir algunas técnicas que, sin provocar mayores daños ni esfuerzos, pudieran aumentar la producción de subsistencia de los Krahô. Con excepción de la actividad desarrollada por este último, las demás iniciativas tuvieron éxito, dados los descontentos iniciales que esas innovaciones pueden traer. Entre tanto, esas innovaciones servirían como una provocación para el nuevo órgano indigenista, que se vio en la obligación de mostrar más efectivamente su presencia, creando así un proyecto de apoyo a las chagras indígenas acompañado de cerca por todo un equipo de trabajo, además de que instauró nuevos puestos dentro de la Tierra Indígena (T.I.). Posteriormente esta actividad fue ampliada por la actuación de una organización no gubernamental: el Centro de Trabajo Indigenista (CTI).
La Guardia Rural Indígena creada en los primeros años de trabajo de la Funai (Fundación Nacional del Indio), reclutó veintiocho (28) jóvenes Krahô. Pero desafortunadamente, como los jóvenes guardias debían prestar servicio en el Puesto Indígena, no podían cuidar de las actividades agrícolas. En compensación, el sueldo de un salario mínimo les permitía comprar víveres en la tienda del Puesto, a la cual también comparecían sus parientes, quienes añadían sus gastos en las cuentas de los jóvenes guardias.
Por otra parte, los ritos de corta duración comenzaron a ser transferidos para los domingos, y como ese era el día de descanso de los guardias, ellos podían participar y ayudar en las carreras de ‘toras’ que se efectuaban en esos espacios rituales. Asimismo, como los guardias tenían poco que hacer en el Puesto Indígena, fueron los primeros en frecuentar asiduamente la escuela y, como dominaban bien el portugués, podían comprender mucho mejor a los profesores no indígenas, con lo que entonces se inició el proceso de alfabetización de los Krahô. Cuando la Guardia fue abolida, las comunidades se enfrentaron al problema de cómo reacomodar a los ‘exguardias’, quienes ya estaba acostumbrados a sueldos privados y a trabajos como funcionarios y profesores, que eran labores bien distintas a las que comúnmente se ejercían en los poblados.
En última instancia, la situación cambió hacia 1952 cuando los Krahô decidieron hacer un movimiento mesiánico para dejar de ser indios, aunque en 1986 se hubieran empeñado en una reivindicación que implicaba justamente lo opuesto: su afirmación étnica, con la cual comenzaron a exigir por ejemplo, tener de nuevo en sus manos el hacha de piedra semilunar que había sido cedida al Museo Paulista hacía muchos años atrás.
Después de muchas discusiones con la dirección de la Universidad de Sao Paulo (bajo la cual estaba la dirección del Museo), así como de varios debates en periódicos y de la resolución de varios revuelos jurídicos, el hacha fue devuelto a los indígenas. Lo interesante de todo esto es que para aquellos Krahô que mostraron el hacha a Julio Cezar Melatti al pasar por Brasilia (cuando lo llevaban de vuelta para la comunidad indígena), ésta ya no era una de las muchas hachas arqueológicas que los indígenas encontraban en el suelo, les sacaban filo y luego adornaban y pintaban: ahora ella era un hacha por excelencia, aquella que en el lejano pasado cantaba –de acuerdo a como lo decía uno de sus mitos-, el hacha con que se había matado el jefe de los Cokãmkiere, un pueblo mítico tal y como lo narraba otro de sus relatos míticos.
En lo que tiene que ver con las relaciones intertribales, después de que los Krahô ayudaron a los ‘civilizados’ en el combate y en la esclavización de otros grupos indígenas (posiblemente todos ellos Timbira del sur de Maranhão) en la segunda década del siglo XIX, fueron enviados como guardias contra un pueblo del sur en ocasiones llamado ‘ Xavante’, pero que ciertamente ya se había constituido como una rama aparte: los Xerente. Y ese fue uno de los motivos que llevaron a su ya mencionada trasferencia hacia ‘Pedro Afonso’ en 1848.
Mientras tanto, en esa época los Xerente, quienes también eran objeto de las acciones misioneras, ya no eran más hostiles y mantuvieron relaciones amistosas con los Krahô. Es así como hacia comienzos del siglo XX, había algunos individuos Xerente casados en comunidades Krahô y viceversa. A eso de 1926, algunas discrepancias entre ciertos indígenas Xerente, que involucraban acusaciones de hechicería, hicieron que algunos de ellos migrasen hacia comunidades Krahô. Ese conflicto tuvo implicaciones tan importantes, que algunos años más tarde llevaron a la muerte de dos (2) de esos indígenas Xerente, lo que hizo que se hicieran conflictivas las relaciones entre las comunidades septentrionales de ‘Pedra Branca’ y ‘Pedra Furada’. Pero definitivamente fue entre los Krahô meridionales que parecen haberse concentrado más los indígenas Xerentes.
Nimuendajú habla de una expedición Krahô que, en 1923, asaltó a una comunidad Apinayé causándole tan sólo daños materiales, ya que afortunadamente sus habitantes huyeron a tiempo. El motivo de esa agresiva incursión tuvo que ver con unas acusaciones de hechicería contra un Krahô que vivía entre los Apinayé. Cabe resaltar que ese conflicto no incluyo a todos los Krahô contra todos los Apinayé, pero si a todos los miembros de la comunidad Krahô de ‘Pedra Furada’, contra todos los miembros de la comunidad Apinayé de ‘Gato Preto’. Cinco (5) años mas tarde, el individuo que había sido el eje del mencionado conflicto fue asesinado en la comunidad Krahô de ‘Pedra Branca’. Comunidad que trató de reactivar el intercambio amistoso que había mantenido con la comunidad Apinayé de ‘Bacaba’. Aunque hay que decir que tanto antes como después de ese conflicto, individuos Apinayé se radicaron entre los Krahô.
También se habla de la incorporación de los Põrekamekrá a los Krahô en la segunda década del siglo XIX, así como de los sobrevivientes de la destrucción de la comunidad ‘Kenkateyê’ en 1913. Los Krahô también albergan en sus comunidades a algunos Apanyekrá. Pero vale la pena anotar que los hijos de todos esos inmigrantes son considerados verdaderos Krahô.
Ese involucramiento con pueblos indígenas vecinos, acabó permitiéndole a los Krahô idear una forma de articulación política con ellos. Mas recientemente por ejemplo, cuando los Apinayé tenían sus tierras amenazadas por la invasión realizada de los ‘civilizados’, algunos indios Krahô y Xerente comparecieron a la región amenazada para apoyar y reforzar las posiciones de los Apinayé.
Organización social y política
Las comunidades Krahô siguen el ideal timbira que habla sobre la disposición de las casas a lo largo de una gran vía circular, donde cada una de las viviendas esta ligada con el patio central por medio de un pequeño camino.
Normalmente cada casa abriga a las mujeres que allí nacieron y a los hombres que, una vez dejan los hogares de sus madres, se vienen a casar con ellas. Obviamente el número de habitantes de la casa no puede aumentar indefinidamente. Generalmente, después de que el suegro muere, uno de los yernos se queda con la casa mientras que los demás, acompañados por sus esposas e hijos, deben construir otras nuevas viviendas al lado de la más antigua.
Lo anterior nos permite distinguir tres (3) tipos de grupos de residencia que van encajando uno en otro: la menor es la familia nuclear o elemental, la cual esta constituida por el marido, la esposa y los hijos. Éste grupo de residencia se hace bien visible a la hora de las comidas, cuando los miembros de una misma familia nuclear se alejan de los demás habitantes de la casa y se dirigen a comer. A veces hasta sacan la comida de la misma ‘cuia’ o plato. Esta familia elemental también es un grupo que detenta un pedazo de chagra. Pero las familias nucleares abrigadas bajo el mismo techo, constituyen un grupo domestico que es coordinado por el suegro; este es el segundo tipo de grupo residencial. Aunque los alimentos que son preparados para comer, son distribuidos por todos sus habitantes, no importa ni el suegro ni que la mujer haya sido quien los cocinó. Finalmente una casa junto con las contiguas a las que se le dio posterior construcción, constituyen un segmento residencial. Si por un lado esos segmentos no tienen un líder bien definido, por otro lado tiene dos (2) marcas que lo vuelven bien visible: mantienen su posición según los puntos cardinales aún después de que la comunidad se cambie de lugar y que las personas que nacen en su seno no se casen entre sí.
Otros grupos son mucho más visibles en las actividades rituales que se hacen fuera de las casas, en el patio central. Tal es el caso de varios pares de mitades en que se pueden dividir los Krahô. A una de ellas se le puede llamar ‘mitades estacionales’, puesto que una de ellas esta asociada a la estación de sequía (y también al día, al Este y al patio central), mientras que la otra se asocia a la estación de lluvia (y también a la noche, al Oeste y a la periferia). Las reuniones masculinas diarias que son realizadas en el patio central, son coordinadas por dos (2) ‘alcaldes’ que pertenecen a la mitad estacional correspondiente a la estación en curso. Se dice que solamente esa mitad toma las decisiones durante esa estación. Cada una de esas mitades dispone de un conjunto de nombre personales, de modo que hombres y mujeres pertenecerán a una o a otra de las mitades de acuerdo con los nombres personales que reciben.
Apenas se acaba la infancia de los niños, los muchachos de la comunidad nacidos mas o menos en la misma época son reunidos en una ‘clase de edad’ bajo un nombre colectivo. Así, esa nueva ‘clase de edad’ es incluida en la mitad oriental o en la occidental dependiendo de si coinciden con una numeración par o impar. A pesar de que esa institución esta muy desorganizada, se puede notar que las clases son introducidas alternadamente en mitades opuestas y colocadas al norte del patio central, siendo movidas poco a poco hacia el sur, en la medida en que otras nuevas ‘clases de edad’ son creadas. Esas mitades, a las que podemos llamar ‘etáreas’, participan de varios ritos, entre los que se encuentra uno que ya no se realiza: el Pembjê o Ikrere. Los ‘alcaldes’ que coordinan las reuniones en una misma estación debe ser uno de una mitad etárea oriental y el otro de la mitad etárea occidental.
Las mitades de un tercer par reúnen, cada una, cuatro (4) grupos masculinos que se disponen en el patio central de la siguiente forma de norte a sur: en la mitad oriental se encuentran lechuzas, armadillos (Euphractus sexcinctus), buitres y loritos, mientras que en la mitad occidental están los zorros, los gavilanes, los periquitos y los ‘Cupe(n) (que significa no timbira o civilizado). La inclusión en uno de esos grupos con nombres de animal depende del nombre personal del indígena, quienes actúan en un rito de iniciación llamado Ketwayê.
También existen otros pares de mitades que no tienen miembros permanentes. Éstos actúan en las diferentes versiones que existen del rito Pembcahàk y en otros del ciclo de iniciación. La selección de los miembros se hace antes de cada realización del rito al que el par este asociado, teniendo en cuenta que son seis (6) pares. En cada par, una mitad tiene el nombre de un animal con alas o de un pez, mientras que la otra mitad lleva el nombre de un mamífero o ave terrestre.
Por su parte las mujeres Krahô solamente son incluidas como miembros (bajo el mismo criterio de los hombres) en las mitades estacionales. En los otros pares, las solteras quedan incluidas en la mitad del padre, mientras que las casadas son incluidas en la mitad del marido. Aunque los hombres sean los participantes por excelencia de los grandes ritos, las mitades y el grupo de muchachos que están en proceso de iniciación casi siempre tienen una (1) o dos (2) jóvenes mujeres asociadas.
Cada nombre personal Krahô esta constituido por una serie de palabras entre cuyos significados no siempre es posible encontrar una relación inmediata. El nombre masculino es trasmitido por el tío materno, los abuelos materno y paterno, o por otros hombres llamados por el mismo término de parentesco. Mientras tanto, el nombre femenino es trasmitido por la tía paterna, las abuelas paterna y materna, y por otras mujeres llamadas por el mismo término de parentesco. Así por ejemplo, un hombre llamado ‘Hàká’ (boa) ‘Ihocpej’ (pintura=ihoc, bonita=pej, es decir ‘pintura de boa’) Harecaprec (pantano=hare, rojo=caprec, es decir ‘pantano rojo’) debe pertenecer a la mitad de la estación de las lluvias y al grupo de la plaza ‘buitre’. Por su parte, una mujer llamada ‘Xopê’ (xo=zorra, pê=gorda) ‘Catxêkwôi’ (catxê=estrella, kwôi=sufijo de nombres femeninos) ‘Krôkari’ (arena) ‘Tetikwôi’ (tetí =yataí –tipo de árbol), debe pertenecer a la mitad de la estación de sequía. Además de la afiliación con el nombre personal a una de las mitades estacionales y a un grupo del rito de Ketwayê, el individuo gana el privilegio de encarnar ciertos personajes rituales y queda ligado por un lazo de amistad altamente formalizado a otros individuos portadores de determinados nombres.
Por otro lado, el individuo Krahô está ligado al padre, a la madre, a los hermanos, a los medio hermanos y a sus hijos por un lazo corporal de tal naturaleza que determinados actos suyos (sexo, matar una serpiente, fumar, hablar en voz alta, etc.) y el consumo de ciertos alimentos, pueden afectar a uno de aquellos parientes que estuviera pasando por algún tipo de crisis (periodo post-natal, enfermedad, picada de culebra, etc.).
Los términos de parentesco Krahô se distribuyen bajo una red genealógica conforme un determinado patrón, de modo tal que algunos de ellos pueden figurar en más de una generación. Es posible aplicar a un Krahô un término de parentesco de otro, desde los parientes más cercanos hasta alcanzar los límites de su sociedad. Pero seguir ese patrón no significa que ese Krahô tome a todos como sus parientes. También es posible el casamiento con parientes lejanos, lo que lleva a sobreponer a los términos anteriormente aplicados, los de afinidad.
Otras instituciones y costumbres también perturban el patrón terminológico: el llamar a parientes distantes que tengan el mismo nombre de parientes próximos con los términos aplicados a éstos, aplicar un término especial a amigos formales y cambiar de comportamiento con ciertos parientes, con lo que respectivamente el tratamiento verbal también cambia.
Arte y artesanía
La paja es omnipresente en la cotidianidad de los Krahô. Las casas con tejado a ‘dos aguas’, bastante parecidas a las ‘sertanejas’ (las que se construyen en el sertão -región del nordeste brasilero caracterizada por ser agreste y semi-árida) pero sin ventanas y con pocas o ninguna división interna, son cubiertas de hojas de palmera, con las cuales también se rellena las paredes cuando estas no son de adobe (‘pau-a-pique’, denominación de una antigua técnica de construcción que consiste en entrecruzar estacas de madera y rellenarlas con barro para hacer las paredes).
Al interior de las casas pueden verse colgados un gran número de cestos de confección rápida hechos con hojas de palma de buriti, los cuales son usados para transportar y para guardar alimentos y objetos. También existen otro tipo de cestos para guardar cosas mas minuciosas. Esos cestos son hechos con cintas de varios tamaños de cáscara del tallo de la palma de buriti, que son trenzadas en forma de paralelepípedo con esquinas redondeadas, y que es cerrado por una secuencia de nudos hechos en un cordón. Además existen esteras trenzadas con fibra de palma de buriti, que tienen flecos con los que se revisten los troncos de açaí bravo, y que muchas veces sirven de lecho. Sin embargo, para dormir en el patio central, los muchachos usan otro tipo de estera que es mucho más simple.
También es común el uso de totumos como recipientes para el agua, ‘cuias’ para servir o guardar alimentos preparados, pequeñas tazas de uso ritual, así como la confección de algunos instrumentos sonoros: la calabaza o totumo con cuatro (4) huecos, la bocina o cuerno de bambú, y el ‘cinturón de algodón’ que tiene la forma de campanas sin badajo que chocan unas contra otras y que es usado en la cintura de los corredores de las carreras y amarrado debajo de la rodilla, así como por los cantores quienes lo golpean contra el piso. Sin embargo, el principal instrumento sonoro de los Krahô es la maraca, la cual no es hecha de totumo (planta rastrera cuyos frutos se apoyan en el piso), sino de ‘cuite’ (fruto de un árbol). Con ese instrumento el cantor dirige el canto de las mujeres. Además, la música vocal es uno de los aspectos más elaborados de la vida ritual y artística de los Krahô.
Achiote, huito (o jagua) y carbón fijados con la resina del árbol ‘pau-de-leite’ (Sapium glandulosum) son utilizados para la pintura corporal, de acuerdo con los patrones relacionados a la mitad a la que está afiliado el usuario. Jóvenes iniciados en la fase final del rito, o personas que están finalizando algún tipo de resguardo, también usan plumas de loro o gavilán (que son pegadas al cuerpo con la resina que se extrae del lentisco -Pistacia lentiscus L.) de acuerdo a la mitad a la que pertenezcan.
Cada vez que van a darse las ‘carreras con toras’ (la cuales arrancan fuera de la comunidad), el par de ‘toras’ (gran pedazo de tronco de árbol o palma) que son necesarias para la competencia son cuidadosamente confeccionadas con tronco de palma de buriti (la mayoría de las veces se usa este material). Esa confección es realizada por los hombres después de las jornadas de caza, pesca y los trabajos en la chagra, es decir, luego de las actividades colectivas. La ‘carrera de toras’ siempre está ligada a un rito que este en proceso, de modo que el tamaño, el formato y la ornamentación de las ‘toras’ se hace conforme al tipo de ritual que este en curso. Cada ‘tora’ es cargada por un corredor, quien debe correr con ella un determinado trayecto y pasársela a un compañero de su misma mitad.
Cosmología, mitos ritos y chamanes
Son bastantes los ritos Krahô. Existen unos que son más breves y que son relativos a las crisis individuales (fin de resguardo por el nacimiento del primer hijo, fin de convalecencia por enfermedad, última comida de un recién fallecido), o promovidos por iniciativas colectivas ocasionales para el intercambio de alimentos y servicios. También están los ritos relacionados con el ciclo anual y agrícola, con los cuales se marcan tanto la entrada de la estación de sequía como la de lluvia, la plantación o la recolección de maíz, así como la recolección de camote. Existen otros ritos que hacen parte de un ciclo mucho más largo que el anual, como por ejemplo el de la iniciación masculina, el cual debería sucederse en un cierto orden pero que hoy en día es difícil de reconstruir tal ordenamiento, incluso porque uno de esos tipos de rito ya no existe, fue desapareciendo con el pasar de los años.
Varios de los ritos del ciclos anual y del de iniciación tienen mitos asociados que hablan de su origen. Pero no existe una correspondencia integral entre la secuencia mítica y la ritual, aunque sin duda hay puntos de aproximación.
Los mitos hablan de las trasformaciones que los actos de los héroes ‘Sol’ y ‘Luna’ provocaron en el mundo recién creado (cuando aparecen los seres humanos, la menstruación de las mujeres, la muerte, el trabajo, los insectos que pican, las serpientes, etc.): la obtención de las plantas agrícolas por parte de la ‘mujer-estrella’, la adquisición del fuego, la sacada del jaguar, la obtención de ritos por parte de hombres que visitaron el cielo, el fondo de las aguas, la chagra en crecimiento. Temáticas míticas en las que pareciera que toda la cultura Krahô hubiera venido de afuera. Aunque el chamanismo si vino de afuera: el primer hombre que obtuvo poderes mágicos fue aquel que subió a los cielos direccionado por los buitres, y allí en el plano celestial fue curado y recibió poderes a manos del gavilán.
A los ojos de un observador, es difícil encontrar señales de transe cuando los curadores Krahô actúan, lo que puede llevarlo a negar que sean propiamente chamanes. Pero el relato de cada uno de ellos muestra que fue iniciado por un rito de pasaje espontáneo, similar al del hombre que subió al cielo: el hombre se enfermó, fue abandonado, luego socorrido por un animal (o por otro ser) y curado por éste, quien posteriormente le concedió poderes mágicos, el hombre los probó y fue mandado de vuelta a donde los suyos con nuevos poderes.
A partir de los mitos y de las opiniones de los Krahô (que no siempre son unánimes), se puede hacer una idea sobre cómo ellos imaginan el universo: la tierra esta cercada de agua, recubierta por el cielo que tiene su apoyo en el este, donde también esta el hueco que permite la comunicación con el mundo subterráneo.
Notas sobre las fuentes
El trabajo más general sobre este pueblo indígena es ‘O sistema social Krahô’ (El sistema social Krahô), tesis de doctorado de Julio Cezar Melatti, sustentada en 1970 en la Universidad de Sao Paulo (USP), y que fue divulgada bajo la forma de cincuenta (50) copias mimeografiadas.
La parte de esa tesis que es relativa al parentesco fue condensada en el capítulo de un libro titulado ‘Dialectical Societies’ (Sociedades dialécticas), organizado por David Maybury-Lewis. Maria Elisa Ladeira en su tesis de maestría titulada ‘A troca de nomes e a troca de cônjuges’ (‘El intercambio de nombres y el intercambio de cónyuges’- sustentada en la Universidad de Sao Paulo -USP), retoma el tema del parentesco y, con base en su experiencia de campo junto a los pueblos timbira Krahô, Apinayé y Apanyekrá, demuestra que existe una conjugación dinámica de las relaciones de parentesco (trasmisión de nombres personales y alianzas matrimoniales) que es modificable conforme a la retracción o a la ampliación del cuadro demográfico.
Otra parte de la tesis de Melatti (ya mencionada) fue ampliada en el libro ‘Ritos de uma tribo timbira’ (Ritos de una tribu timbira). Uno de esos ritos, el de la ‘carrera de toras’ de los tiempos de la recolección de camote, fue tema de la película de Heinz Forthmann titulada ‘Rito Krahô’, la cual logró ser finalizada después de su muerte por su alumno Marcos de Souza Mendes. Por su parte, Manuela Carneiro da Cunha a partir de los ritos funerarios, desarrolla una reflexión sobre la noción de la persona entre los Krahô (trabajo de tesis de doctorado de la Universidad Estadual de Campinas -UNICAMP- titulado ‘Os mortos e os outros’ –‘los muertos y los otros’), la cual Melatti llegó a vislumbrar desde otra perspectiva en el artículo ‘Nominadores e genitores’ (Nominadores y progenitores). Uno de los ritos asociados a los muertos, el ‘Pàrecahàc, es mostrado en el video Krahô titulado ‘Os filhos da terra’ (los hijos de la tierra), de Luis Eduardo Jorge. Ese es el mismo rito que Kilza Setti aborda en el artículo en el que da inicio a su estudio sobre la música Krahô.
‘Lendas dos indios Krahô’ (Leyendas de los indios Krahô), es una trascripción sin ediciones de los mitos que los Krahô contaron en portugués a Harald Schultz, y que se convirtió en una fuente indispensable de consulta. En ‘O mito y o xamã’ (El mito y el chamán), Melatti muestra como el individuo revive un mito al volverse un curador; y, en ‘O messianismo Krahô’, dicho autor muestra como todo pueblo intenta transformar sus relaciones con los blancos mediante un movimiento religioso-político inspirado en el mito de origen de los civilizados. Por otra parte, debe decirse que fue mediante la comparación de las versiones Krahô y Canela de ese mismo mito que Roberto DaMatta rebatió los papeles del abuelo materno y del tío materno en ‘Mito e autoridad doméstica’.
‘Índios e Criadores’ (de Melatti), y ‘A forma ‘timbira’’ (tesis de maestría de Gilberto Azanha de la Universidad de Sao Paulo -USP), abordan el contacto entre los Krahô y los blancos. El contacto intertribal aparece mucho mas en ‘Reflexões sobre algumas narrativas Krahô’, escrito en portugués por Melatti. Un intercambio de visitas entre los Krahô y los Parkateyê es el tema del interesante video ‘Eu já fui seu irmaõ’ (Yo ya fui su hermano), de Vicente Carelli.
Los datos sobre la lengua Krahô recogidos por el etnólogo norteamericano Buell Quain (quien falleció antes de terminar la investigación a finales de los años treinta), fueron aprovechados en un artículo de Olive Shell. El investigador del ‘Summer Institute of Linguistics’, quien hizo trabajo de campo a inicios de los años setenta (1970), no logró completarla. Actualmente Lydia Poleck de la Universidad Federal de Goiás, se ha dedicado al estudio de la lengua Krahô, pero al parecer con el fin de elaborar libros didácticos. En ‘O uso da escrita entre los Timbira’ (El uso de la escritura entre los Timbira), Maria Elisa Ladeira discute los resultados de la alfabetización con ejemplos Krahô.
Ana Carolina Cambeses Pareschi, doctoranda del curso de Postgrado en Antropología de la Universidad de Brasilia (UnB), se encuentra realizando una investigación sobre el aprovechamiento de los frutos del ‘cerrado’ (sabana brasilera), y Hélder Ferreira de Sousa, estudiante de maestría del mismo curso, esta iniciando una investigación sobre los cambios recientes en la organización política de los Krahô. Ambos trabajos contribuyeron a este documento con informaciones relativas a la situación actual de los Krahô.
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