Akuntsu
- Autodenominación
- ¿Donde están? ¿Cuántos son?
- RO 3 (CGIIRC/Funai, 2017)
- Familia linguística
- Tupari
Los últimos seis sobrevivientes Akuntsu viven en dos pequeñas malocas próximas una de la otra, en las selvas del igarapé Omerê, afluente de la margen izquierda del río Corumbiara, en el sureste de Rondônia. El área constituye una pequeña reserva de selva, que antiguamente perteneció a una hacienda particular restringida por la FUNAI (Fundación Nacional del Indio), al final de los años 1980. Se caracteriza por ser floresta ecuatorial de tierra firme, razonable incidencia de pequeños morros, pocas nacientes y, así como las demás reservas de selva de Rondônia, se encuentra seriamente amenazada por frentes agro pastorales.
Nombre
Las informaciones al respecto del nombre Akunt'su, Akunsu o Akuntsu en la literatura etnográfica son prácticamente inexistentes, al menos en el período anterior al contacto oficial con la Funai, ocurrido en 1995.
Una brevísima mención es hecha en el libro de Frans Caspar "Tupari", donde se lee solamente una información dada al autor por sus informantes Tupari, sobre una “peligrosa” y ”terrible” tribu que vive en las selvas al este de sus tierras, la cual ellos jamás visitaron y que denominan “Akontsu”. Es verdad que los Akuntsu en cuestión se localizan al noreste, pudiendo haber sido un poco más al este, del actual territorio Tupari.
Akuntsu o Akunsu, no corresponde a la auto denominación del grupo. Apenas atienden por este nombre, por ser de esta manera llamados por sus vecinos Kanoê, remanentes de los grupos Kanoê, contactados por las frentes de la comisión Rondon en los valles del río Tanaru entre 1913 y 1914. Este grupo se mantuvo aislado en las selvas del Omerê hasta 1995, donde fueron contactados poco antes que sus vecinos Akuntsu, por el frente de atracción de la FUNAI. Los Akuntsu, por su vez, llaman a los Kanoê por la designación Emãpriá.
En la lengua Kanoê, Akuntsu, por lo que parece, significa “otro indio”. Por lo tanto, la denominación " Wakontsón" dada a la tribu misteriosa por parte de los Tupari de Caspar puede ser apenas la manera que aquellos indios encontraron para denominar a un grupo indígena totalmente desconocido de los informantes del autor, que tal vez ni los haya conocido, pues en los escritos de Caspar consta que por la peligrosidad de los individuos de aquel grupo nunca tuvieron coraje de visitarlos, pudiendo apenas estar basados en las informaciones orales de los más viejos, venidas de un tiempo en que la realidad y el mito se confunden en acontecimiento indistinguibles.
Población
Los Akuntsu se constituyen hoy en uno de los menores grupos étnicos del Brasil. Marcada por la usurpación de tierras y por masacres, su historia poco se diferencia de las de otros pueblos indígenas de Rondônia.
Según la información del representante de la Funai en el lugar, Moacir Góes, al ISA en marzo de 2005, el grupo es constituido por Kunibu (también conocido como Babá), hombre de aproximadamente 65 años; Ururu, mujer de cerca de 75 años; Popak, de sexo masculino y próximo a los 35 años; además de tres indias con edades entre los 18 y 30 años.
A mediados de los años 80, los Akuntsu vivieron probablemente su último gran conflicto con los blancos. Pruebas encontradas por las frentes de la Funai revelan que en las selvas de la región había tenido lugar una masacre, pues fueron encontrados restos de utensilios y vestigios de una aldea con aproximadamente 30 individuos. Diez años más tarde, cuando el órgano indigenista oficial contactó por primera vez a los Akuntsu, el relato de uno de los miembros del grupo, compuesto entonces por apenas siete personas, aclaró a los ‘sertanistas’ (exploradores que se aventuran por el interior del sertão en busca de conquistas, riquezas o con intereses científicos e antropológicos) de la Funai lo que había realmente ocurrido. Kunibu reconoció los restos de cerámica y algunos utensilios como pertenecientes a su antigua aldea, y reveló con claridad de detalles, inclusive mostrando en el propio cuerpo las marcas, lo que a su modo de ver, se trató de un intento por exterminarlos. Kunibu relata el ataque que él y su pueblo sufrieron por parte de los hombres blancos que desde hace mucho tiempo querían expulsarlos de sus tierras, y recuerda con pesar los nombres de los muertos, que parecen ser más de quince.
Desde el contacto oficial, en 1995, los Akuntsu tuvieron un óbito, según las informaciones dadas por Marcelo dos Santos al ISA. En enero de 2000, durante una tempestad nocturna, un árbol se cayó sobre la casa de Kanibu, matando a su hija más joven e hiriéndolo a él.
Histórico del contacto
Como ya fue mencionado en el ítem Nombre, existe apenas una mención a la designación Akuntsu (más específicamente wakontsón) en el período anterior al contacto oficial, por medio de una información dada al escritor Frans Caspar por los Tupari, indios del río Blanco, afluente de la margen izquierda del Guaporé, que están al sureste del actual territorio Akuntsu.
El Contacto Oficial
En 1985 fue instituida oficialmente la comisión de la Funai, que sería responsable del primer contacto con los indios desconocidos que deambulaban en la región de Corumbiara. Aunque estas informaciones ya eran de conocimiento del órgano indigenista desde la década de 1970, relatos de 1984 reiteraron la presencia de uno o más grupos indígenas aislados en la selva compuesta por reservas legales de algunas haciendas, pero que venían siendo deforestadas para la comercialización de madera y la implantación de la ganadería. La presencia indígena era constantemente desmentida por parte de los hacendados de la región, pues su confirmación pondría en riesgo la disponibilidad de las tierras que estaban siendo preparadas para los fines económicos.
En diciembre de 1986, el área que había sido restringida para el posible contacto con los indios fue liberada para los hacendados, bajo el argumento del propio órgano indigenista de que si existiesen indios en aquella región ya habrían sido retirados, pues aquella área se encontraba completamente recortada por pequeñas carreteras, para retirar la madera dejada dentro de la selva.
El sertanista de la Funai, Marcelo dos Santos, responsable por el frente de atracción, a pesar de la abertura del área, durante los años siguientes continuó su búsqueda de vestigios de la presencia indígena dentro de la selva. Muchas veces enfrentó amenazas de muerte y todo tipo de obstáculos que los madereros, ‘grileiros’ (persona que se apropian de las tierras de forma ilegal) y terratenientes pudieron crearle. En 1993, el sertanista comenzó a contar con el auxilio de las imágenes de satélite y a partir de un pequeño punto rojizo detectado en una de esas imágenes, interpretado por él como un posible plantío, partió en una expedición definitiva de contacto con los indios.
En septiembre de 1995, contactaron a los indios Kanoê, remanentes de los antiguos grupos Kanoê ya mencionados por la Comisión Rondon, que habitaron las regiones próximas. En una conversación con los miembros de la expedición de contacto, los Kanoê informaron que cerca de ahí había otro grupo indígena, al cual ellos llamaban de Akuntsu. En octubre de este mismo año otra expedición, que ahora incluía a algunos Kanoê, alcanzó no muy lejos de ahí, las pequeñas malocas de los desconocidos Akuntsu, que muy asustados recibieron al grupo. Eran entonces, siete personas, dos hombres adultos, tres mujeres (una más vieja y otras en edad reproductiva), una adolescente y una niña de aproximadamente siete años.
La presencia del Miedo
El miedo se convirtió en un elemento presente en el cotidiano de los Akuntsu. Kunibu, jefe del grupo, jamás se aproxima a nadie sin sus soplos, bendiciones características en los ritos chamanísticos que poseen el poder, de acuerdo con la situación, de rechazar entes maléficos, o de limpiar el cuerpo o el ambiente donde creen que existe peligro o entidades negativas. Ésta es una práctica que realiza en cualquier lugar a donde va, como en la Toyota de la Funai, para atravesar el pasto que divide el territorio.
Como ya fue mencionado, las tierras Akuntsu y Kanoê están dentro de un área particular restringida por la Funai en los años de 1980, y para llegar hasta la aldea de los Kanoê es necesario atravesar un área de pasto que separa las dos islas de selva, trayectoria que lleva cerca de 4 o 5 minutos. Debido al miedo que los indios tienen de los peones de la hacienda, el trayecto es hecho en la Toyota que sirve de(AL) frente etno-ambiental Guaporé (Funai). Todo este recelo puede ser justificado cuando recuperamos la historia de la masacre a la cual fueron sometidos. El plomo de los invasores está hasta hoy en el flanco de los Kunibu, de su hija y de las otras tres mujeres del grupo, además de Popak (el otro representante masculino). Existe otro miedo estampado en cada uno de ellos, miedo de algo que ellos ya sufrieron y cuyo elemento causador se encuentra ahí, en el pastoral.
Cultura Material
Como los grupos del Complejo Cultural del Marico, los Akuntsu fabrican este costal carguero hecho de fibras de tucum (especie de palmera amazónica) con grande esmero y aplicación. Por esta razón, el marico podría ser un punto de referencia para suponer contactos históricos con otros pueblos entre los valles de las cabeceras de los afluentes de la margen derecha del Guaporé, con las cuales comparten muchos aspectos culturales semejantes.
Fabrican piezas de cerámica y adornos corporales, como brazaletes, jarreteras y tobilleras de algodón, algunas con pequeños apliques de pedazos de piel con plumas de aves (tucán) y algunas veces, dientes de mamíferos.
Actualmente, no poseen arte de plumas, a no ser por la confección de narigueras, donde comúnmente son usadas plumas de papagayos, y los apliques de plumas en adornos de los miembros. Los arcos son hechos de una especie de palmácea, y las flechas son en su mayoría de punta hemorrágica o con tres puntas, decoradas con hilos tinturados de rojo, caracterizándose por una bella estética.
Los Akuntsu usan conchas de río de diversos tamaños y varios tipos de semillas que aplican en la fabricación de collares, también usan pedazos de plástico. Estos últimos ya hacían parte de la cultura material de los Akuntsu, así como de los Kanoê, inclusive antes del contacto oficial con la Funai. Son cortados en forma de trapecio o círculos, confeccionando collares y bandoleras que les agradan mucho para el uso cotidiano y a los cuales tienen un inmenso apego, pues el plástico en tiempos anteriores al contacto, era la referencia de un saque exitoso de algunos barriles de productos químicos, baldes y otros objetos de este material, comúnmente olvidados en los pastos de las haciendas o abandonados en campamentos de forasteros, y cuyos colores les agradaban inmensamente, prefiriendo el color azul, el rojo, el amarillo y el blanco.
Tanto los hombres como las mujeres usan una pequeña tanga, a semejanza de varios pueblos indígenas ya documentados por la Comisión Rondon, como los antiguos Kepkiriwát. Versiones distintas de estas tangas aparecen más al este del territorio Akuntsu, entre los Rikbaktsa de la cuenca del Juruena, noreste de Matto Grosso.
Los Akuntsu también confeccionan en bambú flautas de pã, y con éstas componen bellas melodías.
Ritual
Las sesiones de chamanismo están siempre presentes en la vida ritual de los Akuntsu. Kunibu, el jefe y chamán del grupo, interacciona con una mujer chamán Kanoê durante largos encuentros que envuelven a los característicos soplos y aspiraciones del polvo de angico (rapé). Entran en trance y evocan espíritus de animales y entes fantásticos, los cuales parecen incorporar.
Imágenes hechas en 2002 muestran a Kunibu y a tres mujeres en una demostración de lo que sería un ritual. Kunibu sostiene su arco y algunas flechas y entona cantos, batiendo fuertemente el pié derecho en el piso. Es acompañado por las mujeres, que también sostienen arcos y flechas, repitiendo el batido de los pies y la melodía que Kunibu evoca.
Actividades productivas
El igarapé Omerê no representa para los Akuntsu una fuente de alimentación abundante. De éste retiran apenas el agua que beben y, de vez en cuando, pequeños peces que son muy celebrados y se convierten en pasa-bocas casi que imperceptibles a la boca. Es de la caza, la recolección de frutas y de un pequeño plantío en torno de la maloca, que suplen sus necesidades alimenticias.
La caza se encuentra con facilidad, pues la región se convirtió en una isla donde se refugian los animales de áreas vecinas ya deforestadas. Grandes bandos de marranos salvajes Dantas y pacas deambulan por ahí, encontrando su destino en la punta de las flechas de los indios, que aprecian mucho la carne del marrano salvaje.
Notas sobre las fuentes
Las informaciones aquí presentadas son registros recogidos en la forma de diario de campo durante una brevísima estadía en la Tierra Indígena Igarapé Omerê, en julio de 2002. Las escasas fuentes de información sobre este pueblo indígena y el corto espacio de tiempo del investigador en las malocas Akuntsu imposibilitan observaciones más detalladas sobre este desconocido grupo indígena.
El único texto significativo publicado sobre los Akuntsu fue escrito por la antropóloga Virginia Valadão para el volumen, Pueblos Indígenas en el Brasil: 1991-1995, del Instituto Socioambiental. En éste, la autora cuenta el proceso de contacto y las pocas informaciones existentes sobre ambos grupos hasta entonces aislados en el Igarapé Omerê: Kanoê y Akuntsu. Anteriormente, esta misma autora hizo un informe de evaluación del área del Igarapé Omerê, sin embargo, en 1987 el grupo indígena todavía no había sido contactado por la FUNAI. Y, EN 1995, María Auxiliadora Cruz de Sá Leão, redactó el informe de interdicción de la Tierra Indígena Río Omerê, que trae informaciones sobre los Akuntsu.
Fuentes de información
- CASPAR, Frans: Tupari ( Entre os índios, nas florestas brasileiras) – Ed.Melhoramentos - São Paulo - Brasil - 1958.
- VALADÃO, Virgínia. “Os índios ilhados do Igarapé Omerê”. In: RICARDO, Carlos Alberto. Povos Indígenas no Brasil: 1991-1995. Instituto Socioambiental, 1996.
VIDEOS